Un simple vistazo al horizonte digital revela que las redes sociales son más que una moda occidental. En realidad, son un espejo global del espacio geográfico donde son usadas. Aunque plataformas como Facebook, Twitter e Instagram son omnipresentes en Occidente, su influencia se extiende mucho más allá, incluso en lugares donde podríamos no esperarlas. La notable excepción es China, donde estas redes están en gran medida censuradas. En este punto surge una pregunta: ¿cómo se vive el día a día en estas plataformas en países más allá del ámbito occidental? ¿Cómo se fusionan la tradición y la modernidad en estos espacios digitales diversos? Viajemos a través del caleidoscopio de las redes sociales globales para descubrir cómo se entrelazan las diferentes culturas en el mundo digital.
En el misterioso país del dragón y la Gran Muralla, donde desde 1996 el gobierno tejió una cortina digital para separar a sus ciudadanos del resto del mundo cibernético, WeChat se erige como el mago supremo del universo virtual. Ni Facebook, ni Instagram, ni Twitter (ahora X), ni WhatsApp ni YouTube, bloqueadas por el estado, manejan el cotarro digital mandarín.
WeChat sirve para todo. Funciona como un amigo polifacético en el bolsillo de más de mil millones de personas cada mes. Imagínate saboreando unos deliciosos dumplings en un rincón oculto de Beijing. Estás conversando a través de la red social con tu nuevo crush. Al terminar, sin cambiar de aplicación, pagas tu cuenta, programas esa revisión médica que has estado postergando y de paso, ¿por qué no?, le envías un mensaje a ese compañero de escuela primaria con el que jugabas a las canicas. WeChat no es solo una app; es un microcosmos digital, un todo en uno.
Las estadísticas hablan por sí solas: WeChat ostenta 200 millones de tarjetas registradas y su sortilegio económico llega a más de 300 000 tiendas. Pero, como en cualquier historia fascinante, también hay un lado oscuro. Un estudio de Citizen Lab en 2020 arrojó sombras sobre la plataforma, sugiriendo que escudriña las conversaciones de sus usuarios con objetivos políticos.
Y no olvidemos el caleidoscopio de otras redes sociales que adornan el paisaje digital chino: Douying, la plataforma de microvideos que acapara 600 millones de miradas; QQ, el servicio de mensajería instantánea que sirve de pulso a la conversación nacional; y Weibo, que fusiona la utilidad de Facebook y Twitter y se sazona con un toque de cultura local, con 73 millones de usuarios twitteando en caracteres chinos.
En el tapiz multilingüe y multicultural de India, surge ShareChat, una red social que ha capturado la imaginación de la nación con su enfoque en las lenguas vernáculas. Con una elegancia estética que recuerda a Instagram, esta plataforma ha atrapado a 350 millones de usuarios mensuales, quienes comparten y consumen contenido en 15 idiomas indios distintos. Su CEO, Ankush Sachdeva, sostiene que este rápido crecimiento se debe a su abrazo apasionado de los idiomas y culturas locales, que brindan un espacio digital para aquellos para quienes el inglés es una lengua extranjera, no una herramienta de comunicación.
El éxito no ha pasado desapercibido; titanes inversores han posado su mirada en ShareChat, augurando un horizonte económico dorado para la empresa. Además, más allá del entretenimiento, la plataforma ha hallado nichos mucho más útiles para la sociedad india. Así, la red social se ha convertido en una vía para empleo en áreas rurales y en un espacio político en tiempos electorales. Precisamente en este hueco político encontramos el reverso de la moneda, pues la plataforma enfrenta sus propios dilemas. La desinformación, esa plaga moderna, ha encontrado su espacio también en ShareChat, desafiando su integridad y la de sus usuarios.
En el entramado digital de Oriente Medio y África, los habitantes emergen como navegantes insaciables en el océano de las redes sociales, dedicando un promedio de 3.5 horas al día a estas plataformas. Este fenómeno, alimentado por el confinamiento del Covid-19, el acceso más veloz a Internet y el auge de los teléfonos inteligentes, va más allá del mero entretenimiento; se ha convertido en un pilar en el día a día de la vida. En la tierra de las pirámides y los faraones, por ejemplo, casi tres cuartas partes de los internautas egipcios se sumergen en la dimensión visual de YouTube cada día.
No es una tendencia aislada. Los Emiratos Árabes Unidos llevan este fervor digital al extremo. Con un asombroso 99% de la población inmersa en el ciberespacio social, ostentan el récord global de cuentas de redes sociales por persona, con un promedio de 10.5. Mientras plataformas globales como WhatsApp, Facebook, TikTok, Instagram y Snapchat tiñen este lienzo digital, Twitter está experimentando un retroceso en los países árabes. Por otro lado, Facebook está ganando popularidad en bastiones africanos como Marruecos y Egipto.
Y para añadir un pincelazo cultural al cuadro, durante el mes sagrado del Ramadán, seis estrellas de YouTube cautivaron la imaginación global al romper un récord Guinness. Convocaron a una asombrosa multitud de más de 183 000 personas para un iftar virtual, la ceremonia diaria que rompe el ayuno. Esta cifra estableció el récord para la mayor audiencia en una transmisión en vivo de iftar en YouTube.
En África, las redes sociales y la tecnología móvil están transformando áreas clave como la libertad de expresión y la participación cívica. Aunque el acceso a Internet es limitado, plataformas como WhatsApp son vitales para la comunicación, incluso en áreas remotas. Estas redes también actúan como plataformas de activismo, desafiando las estructuras de poder en diversos contextos, desde elecciones hasta crisis políticas. Sin embargo, en países con gobiernos autoritarios, estas plataformas enfrentan censura y riesgos para los usuarios. A pesar de los obstáculos, la influencia de las redes sociales sigue creciendo en África, cambiando gradualmente la dinámica del poder y la información en el continente.
En Oriente Próximo, las redes sociales se han convertido en un tablero de ajedrez estratégico para la geopolítica. Como ejemplo, tenemos el enfrentamiento entre el “Cuarteto” (Bahréin, Egipto, Arabia Saudí, y EAU) y Qatar, que estalló en 2017. Lo que comenzó como un enfrentamiento virtual alimentado por correos electrónicos pirateados y desinformación, se ha prolongado hasta convertirse en un enfrentamiento mediático a gran escala en la esfera islámica global.
Una de las ventajas clave de las redes sociales es su bajo costo y accesibilidad, lo que permite que las campañas de desinformación proliferen fácilmente. La repetición de rumores y teorías conspirativas a través de múltiples plataformas puede hacer que incluso las ideas más extravagantes parezcan creíbles.
En este viaje a través del caleidoscopio de las redes sociales globales, hemos explorado cómo estas plataformas son mucho más que un fenómeno occidental. Aunque los nombres de las plataformas cambien y sus características se adapten a cada cultura, el deseo intrínseco de conectarse, compartir y pertenecer es universal. Asimismo, este viaje ha demostrado que las redes sociales pueden ser más que plataformas para compartir fotos o estados de ánimo; también pueden ser espacios de resistencia y de conexión humana.