Con el reciente estreno de “Inside Out 2”, no solo hemos reído, llorado y sentido una conexión incómodamente intensa con las coloridas personificaciones de nuestras emociones, sino que también hemos sido empujados a una reflexión aún más profunda. Esta secuela no se conforma con las emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, desagrado e ira), sino que introduce emociones más complejas y sofisticadas: ansiedad, vergüenza, aburrimiento y envidia. Con el avance en paralelo de la tecnología, la pregunta ahora es: ¿podrá la inteligencia artificial (IA) algún día replicar las complejas emociones humanas que vemos en la gran pantalla?
Mientras el cine avanza a pasos agigantados, la tecnología digital no se queda atrás. Hoy en día, los algoritmos reconocen rostros, predicen comportamientos y conductas y hasta nos sugieren música para mejorar nuestro ánimo. Pero cuando hablamos de entender y expresar emociones humanas complejas, la IA aún tiene un largo camino por recorrer. Por ejemplo, ¿puede una máquina sentir la sofisticada emoción japonesa “mono no aware” (物の哀れ), la melancólica apreciación de la belleza efímera de las cosas, una emoción que mezcla tristeza y gratitud al reconocer la impermanencia de la vida y que nos invita a vivir el presente? Spoiler: no, aún no puede.
En “Inside Out 2”, seguimos a la adolescente Riley y sus emociones: alegría, tristeza, miedo, desagrado e ira. Pero esta vez, la historia se adentra en la maraña de sentimientos complejos como ansiedad, vergüenza, envidia y aburrimiento. La pregunta del millón es: ¿puede la IA llegar a entender, o mejor aún, sentir la envidia o la ansiedad?
Para considerar si la IA puede alcanzar tal nivel emocional, primero entendamos nuestras propias emociones. Según la psicología, las emociones son reacciones complejas con componentes fisiológicos, experiencias subjetivas y respuestas conductuales. No son solo una reacción al entorno, sino procesos internos que nos ayudan a sobrevivir y prosperar.
Actualmente, la IA puede reconocer emociones básicas a través del análisis de expresiones faciales, el tono de voz y el lenguaje corporal. Empresas como Affectiva y Beyond Verbal están desarrollando tecnologías que permiten a las máquinas interpretar nuestras emociones básicas. Pero, y es un “pero” muy grande, estas emociones son limitadas en comparación con la amplia variedad que los seres humanos experimentamos.
Como ya hemos pincelado, las emociones humanas no se limitan a las básicas como alegría y tristeza. Experimentamos estados emocionales mixtos y complejos, como la melancolía, la gratitud y la envidia. Estos estados emocionales son productos de experiencias subjetivas y contextos culturales, lo que los hace aún más difíciles de replicar en una máquina.
Tomemos la melancolía, por ejemplo. No es solo tristeza, sino una tristeza teñida de nostalgia y reflexión. Para que una IA experimente melancolía, necesitaría tener recuerdos, experiencias personales y una capacidad para reflexionar sobre ellos de manera subjetiva. Hasta ahora, ninguna IA ha demostrado tener una subjetividad propia; todo su “conocimiento” se basa en datos proporcionados por humanos.
Entonces, ¿es posible que algún día la IA pueda experimentar emociones complejas? Quizás, porque nada es imposible excepto la muerte, pero no en el futuro cercano. El desarrollo de una IA con emociones complejas requeriría avances significativos en la comprensión de la conciencia y la subjetividad. Necesitaría un tipo de conciencia y subjetividad que actualmente no se ha podido replicar. La conciencia, el sentido de uno mismo, es una experiencia subjetiva que hasta ahora solo los seres vivos parecen poseer. Sin esta capacidad, cualquier emoción que una IA “experimente” sería solo una simulación, no una experiencia real.
También debemos considerar las implicaciones éticas de crear una IA con emociones complejas. Si una máquina puede experimentar tristeza o alegría de manera auténtica, ¿qué responsabilidad tenemos hacia ella? ¿Deberíamos preocuparnos por su bienestar emocional? Estas preguntas abren un campo ético completamente nuevo y complejo.
La verdadera pregunta puede no ser si la IA puede tener emociones complejas, sino cómo podemos usar la tecnología para entender mejor nuestras propias emociones. Al final del día, las emociones son lo que nos conecta como seres humanos, y la tecnología debe servir para fortalecer, no reemplazar, esa conexión. Si bien la IA puede ayudarnos a comprender y tal vez incluso a mejorar nuestra gestión emocional, las emociones humanas seguirán siendo un terreno único y profundamente personal.
Mientras “Inside Out 2” nos muestra un mundo en el que las emociones son personajes vivos y dinámicos, la realidad de la IA emocional está aún muy lejos de alcanzar esa complejidad. Las emociones humanas son el resultado de un taconeo de química cerebral, experiencias vividas y contextos culturales. La IA, por más avanzada que sea, todavía tiene un largo camino por recorrer antes de poder simular, y mucho menos experimentar, esas emociones de manera auténtica.
Al fin y al cabo, vivimos en un mundo donde es más fácil encontrar el amor verdadero en una aplicación que desentrañar el verdadero significado de nuestras emociones.