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Marshall McLuhan,
el visionario que
predijo Internet

Cuando Marshall McLuhan murió en 1980, ya se consideraba como una de las mentes más influyentes en la filosofía social del siglo XX. Su famosa frase “el medio es el mensaje” no solo encapsula la esencia de su pensamiento revolucionario, sino que también nos sirve de brújula para navegar en el laberinto de la comunicación moderna. Este visionario, un mix entre académico y oráculo tecnológico, dejó una huella indeleble en nuestra comprensión de los medios, y anticipó con asombrosa precisión la era de Internet cuando la mayoría de nosotros estábamos tratando aún de descubrir los entresijos y encantos del walkman.

¿Quién fue realmente este hombre que podía leer el futuro como si fuera el periódico de la mañana?

Canadiense con una pluma y una profecía

El 21 de julio de 1911, en Edmonton, Alberta (Canadá), nació Marshall McLuhan, una mente destinada a desafiar lo convencional. Lejos de ser un académico del montón, inició su odisea intelectual flirteando con la ingeniería, pero rápidamente cambió de ruta hacia la literatura inglesa. ¿Quién habría imaginado que el futuro arquitecto de la teoría de la comunicación tendría sus raíces en Shakespeare y no en los laberintos de los circuitos eléctricos?

Licenciado en Letras y Maestro en artes por la Universidad de Manitoba (Canadá), McLuhan conquistó Cambridge, donde se doctoró a la edad de 31 años. Pero su talento no se limitaba a las letras: como un Robin Hood de los tiempos modernos, fue campeón en varios torneos internacionales de ballesta entre 1935 y 1936. Su recorrido académico lo llevó a enseñar en diversas universidades, lo que culminó en un desfile de honor con nueve doctorados honoris causa. Un auténtico renacentista del siglo XX.

En 1937, la vida de McLuhan tomó un giro inesperado y profundamente transformador: se convirtió al catolicismo, un cambio que marcaría para siempre su visión del mundo. Esta transformación espiritual se produjo de manera tan peculiar como inesperada. Mientras paseaba con su amigo, el reconocido economista canadiense William Thomas Easterbrook, ambos entraron a una librería de segunda mano. Como ávidos lectores, McLuhan escogió un libro sobre distributismo, una teoría económica, mientras que Easterbrook se inclinó por un texto de Chesterton, “Lo que está mal en el mundo”. Impulsados por la curiosidad, intercambiaron sus hallazgos. La lectura del texto de Chesterton fue un rayo de claridad para McLuhan, pues lo llevó a ver a la Iglesia Católica como la verdadera Iglesia y le allanó el camino para su conversión. Desde ese momento, se autodenominó, con un toque de humor, como “¡de la peor especie! Un converso”.

Tras casarse con Corinne Lewis y tener seis hijos, McLuhan se convirtió en el resumen de profesor universitario con vida familiar: mitad teórico, mitad taxista de actividades extracurriculares.

William Thomas Easterbrook
Marchall McLuhan y Corinne Lewis
Familia McLuhan

El hombre que "vio" Internet

Lo que realmente distingue a McLuhan no son solo sus teorías, sino su asombrosa habilidad para prever el futuro de los medios. En tiempos de televisión en blanco y negro, McLuhan, con la mirada puesta en el futuro, ya vislumbraba una “aldea global” interconectada. Esta visión, que hoy identificamos claramente con Internet, era entonces una especie de profecía. El canadiense preveía un mundo en el que la tecnología de la comunicación tejería un tapiz que uniría a las personas más allá de las distancias y el tiempo. En la década de 1960, mientras la mayoría se afanaba en ajustar las antenas de sus televisores, él hablaba ya de la web mundial.

Cuando Internet irrumpió en escena, la premonición de McLuhan cobró vida, lo que lo afianzó como un visionario de la era digital. En su libro de 1964, “Understanding Media”, McLuhan ya había explorado cómo los “medios electrónicos” transformarían e influirían de manera irrevocable en la sociedad, así como nos liberarían del “mundo impreso”. “McLuhan no sólo vio venir internet, sino que acertó al vaticinar el impacto que tendría en la sociedad”, explicaban desde Google este pasado 21 de julio para celebrar que este año McLuhan hubiera cumplido 106 años.

Understanding Media: The Extensions of Man  (1964) Cover primera edición

McLuhan también se erigió como un maestro del determinismo tecnológico, con la idea de que la tecnología no es simplemente una herramienta, sino el artífice del cambio social y económico. Para él, los medios de comunicación son como extensiones mágicas de nuestras facultades sensoriales y cognitivas, capaces de remodelar no solo nuestra recepción de la información, sino también el prisma a través del cual percibimos el mundo. En su teoría, la tecnología sería el titiritero del gran teatro de los cambios sociales, ese que mueve los hilos de cómo innovamos y nos transformamos como sociedad. Cada nuevo medio, en resumen, cambia nuestras percepciones de todo lo que nos rodea: desde la pintura hasta la televisión.

Con su famoso aforismo “el medio es el mensaje“, McLuhan lanzó también una bomba filosófica: el cómo decimos algo es tan crucial, si no más, que el qué decimos. En otras palabras: el envoltorio importa tanto como el regalo. Así, nos desafió a los mundanos a considerar que el canal de comunicación es también el protagonista en el drama del entendimiento humano, es decir, parte del mensaje mismo. No te pongas a pensar mucho; seguro que entras en un círculo vicioso difícil de entender.

Del mismo modo, con la idea de que todo puede encajarse, clasificó los medios en “fríos” y “calientes”. Los segundos, como la prensa y el cine, llenos hasta el borde de información, permiten al receptor relajarse y absorber. Los fríos, por otro lado, como la televisión, llegan con menos detalles y demandan un espectador más activo que interprete y llene los espacios en blanco. Y así, McLuhan nos mostró cómo los medios de comunicación son extensiones de nuestros sentidos y órganos, que amplifican nuestra vista, oído, tacto, memoria y hasta nuestra conciencia.

Un estilo inconfundible

McLuhan fue muy conocido por su enfoque poco convencional para la investigación. No era raro encontrarlo explorando ideas a través de conversaciones y diálogos, en lugar de métodos tradicionales de investigación académica. Tenía un estilo tan único que incluso hizo un cameo en la película “Annie Hall” de Woody Allen, donde, fiel a su estilo, desmanteló la pomposidad de un profesor pretencioso en una fila de cine.

Su vida, además, no estuvo exenta de desafíos. Un grave derrame cerebral en 1967 puso a prueba su resiliencia, pero, como un verdadero comunicador, luchó para recuperar su capacidad de hablar.

Aunque McLuhan fue un académico influyente, no estuvo exento de críticas. Algunos expertos encontraron sus teorías demasiado abstractas o generales. Sin embargo, su capacidad para anticipar las tendencias futuras en la comunicación y la tecnología ha sido ampliamente reconocida y valorada.

En una era donde los medios sociales, la realidad virtual y la inteligencia artificial están redefiniendo constantemente nuestra realidad, las ideas de McLuhan siguen siendo sorprendentemente pertinentes. Fue un hombre que no solo pensó en el futuro, sino que, de alguna manera, lo vivió y nos lo enseñó.

“McLuhan es con frecuencia caricaturizado como un gran defensor de la tecnología digital, pero en realidad desconfiaba enormemente de la intrusión de los medios de comunicación en nuestras vidas”, señalaba Joshua Benton, director del Laboratorio de Periodismo Nieman de la Universidad de Harvard. Porque, más allá de predecir la aldea global, también habló sin tapujos de los peligros de Internet. Como él mismo dijo: “una vez que hayamos supeditado nuestros sentidos y sistemas nerviosos a la manipulación privada de quienes intentarán beneficiarse a través de nuestros ojos, oídos e impulsos, no nos quedará ningún derecho”. No estamos tan lejos de esto.

En la lápida de Marshall McLuhan, la inscripción “la verdad nos hará libres” ofrece un cierre elocuente a su extraordinaria travesía. Este epitafio resume su incesante exploración del impacto de los medios en nuestra percepción y sociedad. McLuhan, el hombre que nos desafió a ver más allá de lo obvio en los medios, nos deja con un recordatorio final: en la comprensión y el discernimiento encontramos nuestra libertad. Así, incluso en su silencio, McLuhan continúa inspirando a mirar más profundamente en el entramado de nuestra realidad mediática. Y quién sabe, quizás también insiste en que descubramos qué demonios quería decir realmente con “el medio es el mensaje”.

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